Madurescencia: Olvidar para aprender

El desarrollo tecnológico, el volumen de información que nos vemos obligados a procesar diariamente, el cambio de modelo económico y social en el que estamos inmersos..., nos fuerzan a los madurescentes  a revisar nuestras estructuras vida para provocar un cambio que nos permita adaptarnos y seguir desarrollándonos tanto individual como socialmente.

Y esto significa que, de nuevo, nuestra capacidad de aprendizaje es la herramienta más importante para nuestra supervivencia social y laboral.

Autores como D. Levinson dicen que en la edad media adulta (que el fecha entre los 45 y los 60 años), en concreto, alrededor de los cincuenta años, se produce una transición que se parece a la crisis de los treinta: el sujeto se da cuenta de que tiene que tomar determinadas decisiones, cruciales para la construcción de una nueva estructura de vida.

Algunos tiran la toalla y dan por finalizada su etapa de aprendizaje para pasar a la etapa de conservación que se caracteriza por estar regida por el miedo permanente a la pérdida de bienes, estatus, en fin, de todo lo acumulado o todo lo conocido durante la primera edad adulta.

Otros, cada vez más numerosos, inician una fase de indagación y cuestionamiento de lo conocido a la búsqueda de una segunda oportunidad vital, con el bagaje de la experiencia acumulada.

En este camino, no es la edad el inconveniente; lo que cuesta es desprenderse de las viejas suposiciones y prejuicios, olvidar otros momentos y estructuras en los que los procesos de aprendizaje fueron duros, cuando no dolorosos.


Desechar el recuerdo indeleble de las aulas de nuestra infancia, "la letra con sangre entra", las tarimas que convertían a nuestros maestros en autoritarios gigantes inalcanzables, pozos de ciencia que no fuentes, la obediencia ciega, el desprecio a "lo diferente", la uniformidad y la disciplina que marcaron nuestros primeros aprendizajes.

Olvidar se convierte en el primer requisito para adaptarse y transformarse.

Y recuperar, eso sí, nuestra manera primigenia de aprender: El JUEGO. Como dice E Erikson, esa forma infantil de adueñarse de la realidad por medio del experimento y de la elaboración de un proyecto.

El adulto, sigue diciendo Erikson, "juega" también con las experiencias y anticipa algunos objetivos a través de su pensamiento.

Para construir el futuro, el hombre necesita aprender a aceptar y tratar con estos materiales, ya sean juguetes o esquemas mentales, materias naturales o productos de la técnica que se ponen a nuestra disposición por las condiciones culturales, científicas y tecnológicas del momento histórico que vivimos. (citado por María Luisa de Natale en El aprendizaje en la edad adulta).

Por eso me parece imprescindible en este momento dotar a los adultos maduros, a los que no nacieron con Internet, a los que tuvieron que realizar un duro y arduo camino de aprendizaje de los diferentes lenguajes informáticos, de las habilidades digitales básicas que les permitan seguir "jugando" y experimentando con las nuevas realidades y estructuras que empiezan a entreverse, conociendo sus reglas del juego y sus mecanismos tanto técnicos como relacionales.

Hasta hace muy poco, finales del siglo XX, no existía el concepto de mediana edad porque entre la adolescencia y la vejez mediaban pocos años. Ahora con la esperanza de vida en España rondando los 80 años es además una "larga" época de la vida.

Estamos viviendo pues un fenómeno muy reciente, una nueva edad adulta, larga y en plenitud de facultades. Como se dice en el programa  Odyssey de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, hasta ahora sabíamos lo que nuestros hijos debían saber hacer entre los tres y los seis meses, pero ¿qué se supone que debo estar haciendo a los cincuenta?

Y es que además cada vez seremos más..... basta con ver la prospección de la pirámide de edad de la población española hasta 2050.

Iniciemos este nuevo viaje sin mapas desprendiéndonos de lo que ya no nos es útil para seguir creciendo.

Un montón de amigos y conocidos al llegar a este punto, alrededor de los cincuenta, se preguntaron: ¿Esto es todo lo que hay?

Ahí comienza el duelo por una vida que hasta el momento nos encontrábamos bien pero que parecía haber perdido sentido e iniciamos entonces un proceso de cambio tanto externo como un sutil pero profundo cambio interno. Lo normal es resurgir del tránsito, del proceso, con un renovado entusiasmo por la vida: es el tránsito por la madurescencia...




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