Historias ejemplares: Golden Workers y cambio, la revolución madurescente. Capítulo 1

El día de su 50 cumpleaños, Dafne no dejó de mirar la pantallita de su smartphone. A lo largo de su jornada laboral entraron a través de su cuenta en Facebook más de 50 felicitaciones de gente a la que, en su mayor parte, hacía siglos que no veía, entre otras cosas porque apenas disponía de tiempo libre. 

                       
Otro tanto sucedió a través de WhatsApp, hasta el punto que tuvo que silenciar su móvil porque el sonido constante de la entrada de mensajes hacía que sus compañeros murmuraran por lo bajo y sonrieran de forma condescendiente.
Pero esas fueron las únicas alegrías del día y a eso de las cinco de la tarde sonó su teléfono fijo y su jefe, Juan Méndez, la llamó a su despacho.



Juan había pasado a ser el jefe de Dafne después de la última fusión y para ella, que llevaba más de 25 años en el mismo trabajo, era un niñato advenedizo y trepa que no le inspiraba ningún respeto.

¿Qué tripa se le habría roto? La verdad es que la llamada la ponía en alerta, porque apenas quedaban en la empresa empleados de su edad y en los últimos tiempos había visto cómo salían de la organización la mayor parte de los compañeros que entraron a trabajar aquí al mismo tiempo que ella. 





Dafne siempre ha trabajado en el Departamento de Recursos Humanos. Conoce la historia de cada empleado de la compañía y la repercusión que tiene sobre la plantilla cualquier cambio tanto económico como estructural en la empresa. Lleva más de diez años especializada en procesos de selección y promoción interna en los que ella no toma las decisiones, recopila la información necesaria para que los jefes puedan decidir con conocimiento de causa, pero demasiadas veces ha comprobado que sus informes acaban en un cajón y que los criterios para mover o promocionar a un empleado poco tienen que ver con la evaluación de sus competencias.
No le importa. Cuando acaba el año elabora una memoria muy documentada y referenciada que presenta orgullosa a dirección y donde se analiza cuantitativa y meticulosamente todo su trabajo en forma de número de cuestionarios, entrevistas, propuestas realizadas... Si sus sugerencias no tienen efecto no es su culpa, piensa, lo achaca a la incompetencia de sus jefes.

A veces , y sobre todo desde que le han puesto a este jovencito como jefe, piensa que su trabajo no tiene sentido, pero aleja esta idea de su cabeza recordando la exactitud y perfección de sus informes. Algún día alguien reconocerá su excelente trabajo. Pero ese día no llega.
                  
La fusión con la empresa de la competencia, (Dafne dice que les han absorbido, no fusionado), ha traído algunos cambios a su vida, además del nuevo jefe. Ya no tiene que fichar cada mañana al entrar y las horas de permanencia en su oficina parece que ya no son tan importantes como antes. Incluso algunos empleados de la "otra" empresa la miran con cara de asombro cuando comenta que se quedará hasta las ocho de la tarde para acabar un informe. 

Ahora se premian otras cosas como, por ejemplo, escribir en el blog que los colegas de Recursos Humanos han abierto en la Intranet..., ¡cómo si ella tuviera tiempo para perderlo escribiendo...! Y pretenden que ella misma fije sus objetivos de trabajo y describa cual es su aportación a la empresa y su compromiso con la marca... "empoderamiento" le llaman... Dafne piensa que los nuevos jefes no saben hacia dónde va la empresa...

A Dafne nunca le ha gustado explicar a nadie en qué consiste su trabajo. Es la única en la empresa que conoce al dedillo el procedimiento a seguir cuando hay que promocionar a alguien. Y cree que es importante para su futuro profesional seguir teniendo esta información en exclusiva.



Pero los tiempos están cambiando y hace años que en la empresa no entra nadie nuevo y los procesos de promoción se pararon en el momento que se inició la fusión. Incluso sospecha que sus maravillosos informes han servido más para decidir quién dejaba la empresa que para mejorar las condiciones de nadie.

Últimamente cuando aparece un nuevo proyecto, un nuevo cliente, la dirección suele contratar para realizarlo a un equipo de profesionales externos coordinados por un técnico interno. Ese equipo a menudo ni siquiera pisa las oficinas de la empresa, trabajan en su propio despacho y Dafne ha visto a menudo a Rubén, el profesional a quien suelen encargarle la coordinación de estos equipos, hablando con la pantalla del ordenador en vídeo-conferencia con alguno o con todos los integrantes del equipo. Cuando termina el encargo, se desmonta el equipo y... a otra cosa mariposa. 



Es curioso, piensa Dafne, alguno de los miembros de estos equipos había sido en su día empleado de la empresa, se fue en la primera regulación de plantilla que se hizo hace ya tres años y ahora... vuelve a la organización de manera puntual porque es el que mejor conoce nuestros productos y nuestra cultura... 

Dafne piensa, por ejemplo, en Gonzalo. Fueron juntos a la Universidad y entraron en la empresa el mismo día y como primer empleo y aquí pasaron juntos más de 20 años. Gonzalo lo pasó mal al principio de su salida de la organización. Después de tantos años como comercial, fichando a la misma hora y repitiendo el mismo proceso, las misma llamadas, los mismos correos, las mismas presentaciones en power point, las mismas visitas..., despertó un día sin saber qué hacer.


Ahora que han pasado tres años, se le ve bien, incluso ha rejuvenecido. Trabaja por su cuenta como autónomo y en red con un grupo de profesionales a los que conoció a lo largo de todos sus años como empleado y que ahora están en las mismas circunstancias que él. Su gran experiencia y su enorme red de contactos han sido decisivas para que recomenzar no fuera tan doloroso.

A través de Facebook, esta mañana, ha felicitado a Dafne por su cumpleaños, con una frase de Mr. Wonderful que la ha dejado algo inquieta.



Mr. Wonderful

Así que Dafne, después de estas reflexiones, entró en el despacho de Juan, su nuevo jefe, con algo de arrogancia, mirándole por encima de sus inseparables gafas con las que combatía la presbicia, diciéndose a sí misma que si se mostraba tranquila y segura de sí misma, nada malo podía suceder.



Juan Méndez no estaba solo en su despacho. Además de Dafne, había cuatro personas más que ella conocía sólo de vista porque eran empleados de la "otra" empresa. Sin embargo, tenía algo en común con ellos..., todos peinaban canas. Dafne se temió lo peor. Sabía por experiencia que a ningún directivo le tiembla la mano para "deshacerse" de los empleados de más edad. Somos caros, poco flexibles, resabiados... reflexionaba, mientras miraba la cara de susto de sus compañeros. Provenían de diferentes departamentos, Recursos Humanos, Marketing, Ventas..., y todos ellos no habían conocido más empresa que la que acababa de fusionarse con la de Dafne y llevaban un montón de años desempeñando la misma tarea... ¡Trastos viejos!, resonaba la vocecita interior de Dafne.



Pero Juan no la dejó seguir con sus cavilaciones, les hizo sentar alrededor de la mesa de reuniones y comenzó sin más preámbulos:

Creo que estáis todos al corriente de los cambios que está trayendo la fusión. Hemos cambiado de edificio, todos tenemos alrededor caras nuevas, algunos compañeros ya no están, hemos abandonado algunos productos y servicios y comenzado a ofrecer otros. Por todo ello, necesitamos también nuevas maneras de hacer. Vosotros sois la historia de las dos empresas que ahora son una. Habéis observado multitud de cambios mientras permanecíais en vuestro puesto y ahora ha llegado el momento de que seáis vosotros los que cambiéis.

Nadie movía un músculo, el aire se podía cortar con un cuchillo, a Dafne le empezó a picar la nariz, síntoma inequívoco de que las lágrimas aparecerían pronto en sus ojos...
amarjitsingh1984

Juan prosiguió: Le he dado muchas vueltas a vuestra situación y finalmente tengo algo que proponeos: Quiero que dejéis la compañía para ofrecer vuestros servicios desde una nueva empresa autogestionada por vosotros a la que, si ofrecéis buenos precios y alta calidad, le contrataremos proyectos relacionados con el aprendizaje permanente y el desarrollo del talento de nuestros empleados. No se trata de un despido, estamos externalizando un servicio, competiréis con ventaja frente a otras consultoras ya que conocéis como nadie las características de nuestra organización, sus necesidades, sus problemas, sus fortalezas..., sois los mejores mentores  con los que podríamos contar y tenéis además sobrada experiencia en cada una de vuestras especialidades.

Dafne no da crédito a lo que oye. Su rechazo a la propuesta es total. Juan lo llamará como quiera, pero se trata de un despido improcedente, ¡si lo sabrá ella...!!! Hablará con el Director General. Lleva más de 25 en la empresa, no pueden hacerle esto. Removerá cielos y tierra, no quiere cambiar. Le gusta su trabajo, le gustan el orden y la rutina. Le gusta la sensación de saber exactamente en cada momento qué pasará en el momento siguiente. Le gusta comer en la cantina del trabajo con Rosa su compañera de toda la vida y cotillear un poco sobre los últimos chismes de la empresa. Le gusta su mesa, sus cajones, hasta su silla que consiguió cambiar hace ahora cuatro años por una ergonómica que le recoge perfectamente las lumbares. Le gusta despertarse siempre a la misma hora y volver a casa y preparar una cena ligera para Manuel y para ella, ahora que los niños ya se han independizado... 

Parece que va a marearse, pide permiso para irse a casa y meditar qué debe hacer ante tal propuesta. Juan sonríe y les dice a los cinco que mañana por la tarde seguirán hablado del tema...












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